domingo, 18 de enero de 2015

¿SOY O NO SOY CHARLIE?

¿Estoy o no a favor de Charlie? Este es el reguero polémico que parece haber quedado tras los asesinatos blasfemos de la semana pasada en Paris.
La cuestión no pasaría de ser una más de las tediosas y cansinas discusiones ideológicas acerca de incuestionables principios, ahora sobre la libertad de expresión o la condena del insulto religioso, si no fuera porque aquí el material que se manosea son los cuerpos vilmente acribillados de personas que han dejado de existir, que tenían vida, que tenían familia, que reían, que amaban, que sentían y que pensaban hacer algo el día siguiente. Lo mismo, por cierto, que esos otros miles que están cayendo en este momento en Siria, Irak y tantos otros sitios tan dados de lado por nuestros excitantes noticiarios.
Claro que soy consciente de que estas víctimas han sido escogidas y masacradas por una motivación. Pero desde el momento en que esa motivación la han usado y  la ponen en circulación con sangre los pistoleros para escudarse y justificar lo injustificable de sus crímenes, pienso que es hacerles el juego y caer en lo más cruel de su trampa el enzarzarnos precisamente ahora en discutir sobre los límites de la libertad de expresión o del respeto a los valores religiosos. Ya  habrá tiempo para ello.
Después de las ráfagas asesinas de las armas automáticas, sólo queda hablar de unidad, de indignación, de serenidad, de justicia y de respeto por las víctimas, y si hay que sacar algún cartel que sea el de: “Je suis Frédéric Boisseau, Michel Renaud…”



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