martes, 6 de mayo de 2014

LA HOMILIA DE CANENA



Francamente a mí, como el Piyayo en la rancia poesía, lo del cura de Canena me causa una pena y un respeto imponente. Cada vez que doy al repray del video delator lo veo más claro: Esto de lo de las homilías es la artimaña más sinuosa y endiablada que se ha ideado para dejarnos en evidencia a los incautos curas modernos.

Y es que la tentación nos puede. Que se nos ha dicho que la homilía debe ser una sencilla, preparada, comprensiva y breve, sobre todo breve, explicación de la Palabra de Dios, y siempre como anuncio de la Buena Nueva del Evangelio. Pues nada, yo, deslumbrado por el brillo escénico, no voy a perder esta ocasión de oro, con el aforo lleno y el cartel de no hay billetes, para darle, venga o no a cuento, un repasito moral a un personal que tan poco frecuenta el local y que tan necesitado anda de orientaciones y valores tradicionales, en la línea de alta conciencia moral que el pater ejemplarizaba, con sensibilidad de botella de aguarrás, en ese modélico caballero católico que zurraba a la parienta para aliviar la resaca, sin llegar a matarla, que todo, claro, tiene un límite, y además eso ya viene explícito en el quinto mandamiento.

Ya puede clamar el cándido Francisco para que seamos los heraldos de la alegría del evangelio, que a nosotros nos va más la marcha de Savonarola y donde esté una ardiente prédica contra la depravación, que se quite tanto remilgo bíblico.

Ah, pero todavía son más diabólica la trampas que nos preparan las expectativas del respetable en acontecimientos tan entrañables y memorables como estos de las primeras comuniones. Todo se confabula para que te des un buen batacazo en la sentida plática. Porque ya que están los niños tan guapos, el día es tan señalado, a ser posible en sábado que luego  hay que  conducir, los móviles tan oportunos, la mamá tan atenta a la arruga del vestidito y el primo de Alcorcón ocultando la cámara de fotos… todo tan “divino” que a ver si el cura, nos va a salir por peteneras evangélicas en lugar de poner una guinda de gracia y donaire a tan hermoso pastel.

Que sí, que os aseguro que esto de la homilía es terreno minado, y que aquí os quería yo ver a muchos de los que bostezáis y reclináis la cabeza en el banco mientras yo braceo tratando de salir indemne de tan duro trance.