miércoles, 1 de enero de 2014

UNA POSE CON RECORRIDO.


Era víspera de año viejo y no encontré cosa mejor que hacer, para ir abriendo paso a las celebraciones del día siguiente, que agotarme tratando de superar el récord personal e intransferible de mi anterior visita  al museo del Prado, que se quedó en quince o veinte salas y la miseria del ojeo de unas 30 obras maestras, por supuesto, entre ellas la Anunciación de Rafael pero, todo hay que decirlo, también la Venus con el amor y la música de Tiziano, que es una monada pero con menos tela. De obligado cumplimiento era esa tarde el repasar la celebrada exposición de Velázquez y la familia de Felipe IV, cosa que tuvo su mérito, pues aunque me pareció apabullante la plenitud del arte del genio sevillano en esos retratos cortesanos, los modelos principescos son feos a reventar. Que me pregunto yo que ¿qué hicieron tales engendros con los genes que les legaron los apuestísimos Isabel y  Fernando que nos emboban los lunes en la Primera? ¿O es que Velázquez les tenía la misma manía que Goya a sus reales señores?  Pues eso, que estaba de Velazquez y de pronto me topé con el cuadro del Triunfo de Baco, castizamente llamado el de los Borrachos, y de él en un detalle que,  hasta ahora que soy un ducho ojeador de las redes, no me había percatado. Y es que  a la izquierda de la escena mitológica, dos borrachines, bien achispados, se desentienden absolutamente de la acción y miran sonrientes a cámara, en este caso al caballete, mientras sostienen la taza del cubalibre de aquellos tiempos, invitándonos a participar de su fiesta. Anda, me dije, mira por dónde, la cosa viene de lejos y don Diego es el descubridor de la postura más divulgada y celebrada en las fotos de mi muro de facebook. O sea, que a ver si las dejo de ver como un despropósito del mal gusto y las considero unas refinadas obras de arte. ¡Cómo te cambia la cultura¡


Podía poner fotos de amigos, pero tienen copyright.