Que me perdonen los de la Asamblea Nacional Catalana, pero
para mí ese descomunal montaje con la letrita, letrita… V, no empieza ni la palabra
victoria, ni voto, ni voluntad; sino la de VÉRTIGO, pues tengo la sensación que todo está rotando o desplazándose a mi alrededor sin que sea capaz de salir de
este aturdimiento.
Viendo
lo que estamos viendo, se me han roto los
esquemas. Los soberanistas no son un grupo de radicales con pendiente y
mechero, sino cientos de miles de catalanes, tan normales como mi vecina de
enfrente. Os aseguro que con estos ojos he contemplado a alguno hasta haciendo
selfies. ¡A ver cómo les ninguneamos ahora!
Tampoco
me aclaro con lo del motivo. Si todo este pifostio de la leche es para que les
dejen votar, alguien me puede explicar por qué sólo escucho el grito “independència”.
A no ser que votar sea con B y en lugar de un día jubiloso en las urnas estén pensando en otro entretenimiento
con los que ellos llaman con tanta sutileza los “españoles”.
Pero es
que todavía me hunde más en la perplejidad la respuesta de nuestros serenísimos
gobernantes. Esperabamos que el señor Rajoy, tras lo contundente del mensaje de
la Diada, saliera, aunque fuera en su socorrida pantalla de plasma, y nos explicara qué pasa, qué se puede hacer, cómo se va a responder desde el
respeto a las leyes y al sentir democrático de esos catalanes y de todos los
españoles. Pues nada, silencio absoluto de don Tancredo, con el manido recurso a la Constitución
y con la sutil amenaza de que se tienen preparadas “todas la medidas” en el caso que no se cumpla
con la ley.
Aquí
tenemos a unos lanzados que se ha puesto ha
hacer malabares de fuego en medio del pajar y el prudente vigilante no actúa porque
ellos ya saben que la paja es inflamable.
Y por
supuesto no busques que te lo aclaren en los medios de comunicación. Estos con
el morbo y el espectáculo ya cumplen. De vergüenza lo de Cuatro de anoche. Lo
que nos sobra en temas de este calado son Sálvames deluxe, tertulias de
incompetentes y chillones, con elementos como la Pilar Rahola o el Maruhenda. Pero ¿es pedir imposibles que en
este país haya gente imparcial, ecuánime, razonable a los que se les de la
palabra y que nos ayuden a situarnos en el centro del problema y en la búsqueda
de caminos de salida?
Porque
lo cierto es que, por mucho que se
empeñen los de la senyera en el torso, eso no es un asunto privado de los
catalanes. También a nosotros nos atañe y nos jugamos demasiado. No hay que ser un águila para temer
que un roce allá acaba acá pero con
nosotros por los suelos. Hoy por hoy estamos en el mismo barco y antes de
trocearlo sería bueno que sus propietarios y usuarios nos paráramos juntos a ver
si abriendo vías de agua no nos vamos todos a pique.
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