domingo, 1 de diciembre de 2013

EL ANILLO PERDIDO Y ENCONTRADO EN EL TEMPLO

EL ANILLO PERDIDO Y ENCONTRADO EN EL TEMPLO

No es raro hallar al terminar las misas los más diversos y variopintos objetos, que se dejan olvidados entre los traqueteados bancos de nuestra iglesia. Además de los repelentes chicles pegados en los sitios más recónditos, recogemos con frecuencia paraguas y bolsos, de señora, por supuesto, que ya se sabe que los caballeros católicos practicantes no suelen ni deben realzar su presencia y elegancia con este tipo de complementos. De vez en cuando aparece también algún pendiente desorejado, cuya desdichada pérdida quedará a su afligida pareja en una soledad de por vida. Vamos haciendo también una esmerada y fina colección de brazaletes, esclavas y pulseras multicolores. Y hasta nos hemos topado con todo un tyrannosauris rex, que menudo problema nos hubiera planteado con su severa dieta carnívora si no llega a medir más de 12 centímetros y  no fuera de plástico fino.

Pero el hallazgo de esta mañana ha sido super sorprendente: un anillo de matrimonio. En un primer momento mire alrededor no fuera andar por allí el lúgubre Gollum buscando “mi tesoooro”. Después me maleé que a lo mejor alguien había buscado un método rápido y barato de anulación matrimonial, soltar de estrángilis el anillito allí donde te lo endosaron. Pero luego, con un poco más de sutileza, rebusqué en su círculo interior y junto a dos letras mayúsculas leí la fecha 1967, y entonces pasé de la broma a la emoción. ¡Cuarenta y seis años, casi las bodas de oro! ¡Cuánta vida y amor tiene amarrada esta alianza¡ me dije. Y me puse a fantasear en cuál habría sido la mirada de dicha y dulzura de su propietario en el momento que su pareja se la colocaba torpe y nerviosamente en su dedo anular; cómo la habría hecho girar inquietamente en los momentos difíciles de sus vida y la habría besado en aquellos otros en que zozobraba su matrimonio. Y al final, observándola muy despacio, me pareció la joya más deslumbrante del mundo porque en ella contemplaba el oro de  tantos matrimonios conocidos que a lo largo de los años han ido tallando y puliendo sus anillos de boda en el roce del trabajo, del sacrificio, del tesón, del gozo, de las caricias y de la fidelidad inquebrantable.

Ya lo sabes  mi  querido o querida desconocida A. o M. en la sacristía te espera tu alianza perdida,  pero no como en el caso de Jesús entre los doctores, porque de esto en concreto por lo que dice tu anillo me das sopas con honda.

             

1 comentario:

  1. Nunca jamás sabemos lo que nos podemos encontrar. Gran fragmento, sí señor.

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